Vivíamos en el mismo barrio, La Esperanza, y estudiábamos en el mismo colegio y en el mismo salón, aunque Jazmín siempre se hacia en los puestos de adelante y yo en los de atrás, creo que era porque le gustaba siempre salir de primera cuando sonaba la última campana.

Desde primero hasta cuarto de primaria siempre hemos estudiado en el mismo salón pero nunca hemos jugado juntos, es que ella tiene un oso un poco sucio y a mi no me gustan los peluches, mis amigos dicen que son para niñas.

Entre todos los del salón, ella es la más bajita, yo siempre la veía tan pequeña e insignificante, que me daba miedo jugar fútbol cerca de donde estaba ella.

En el recreo, ella siempre se quedaba sola en el salón, o se iba a sentar sobre los viejos neumáticos oxidados por el tiempo y el sol, esos que un día me hicieron llorar de dolor cuando saltando por el medio de cada uno, me tropecé y me raspe la mejilla derecha, cerca de la oreja.

Cuando el viento soplaba fuerte, me gustaba ver sus labios jugar con su pelo, mientras las hojas secas del viejo árbol de la escuela suplicaban clemencia bajo sus pies. Sus ojos apenas reflejaban sus pequeños sueños, no tan pequeños como su estatura. Y yo, no podía dejar de mirar su pelo y sus sucias e intrépidas manos, desordenando la tierra, queriendo buscar algo que sorprendiera sus ojos. Su olor reflejaba el olor de la armonía y el asombro. Escarbando, tratando de encontrar algo que nunca buscó y no pensaba buscar más.

Solo una vez pude ir a su casa y no me acuerdo porque fue, aunque no me gustó porque era muy oscura y olía feo. Creo que fue porque la mamá de ella le pidió el favor a mi mamá que le cosiera un vestido, ya que a mi mamá la conoce todo el Barrio la Esperanza como la costurera. Además mi mamá tiene en la sala de la casa su taller con una máquina filetiadora y en la ventana de la casa hay un letrero que dice, “se repara ropa”. Lo que más me acuerdo de la casa de ella, es que el baño estaba tapado con una cortina, y que la tubería de ese baño no estaba enterrada y desembocaba al sifón del patio, creo que de ahí era que provenía ese mal olor.

También me acuerdo que ese día Jazmín esta en el cuarto de su papá porque le estaba sirviendo el desayuno, eran las 11:00 de la mañana, y entonces nos atendió su mamá. No nos quedamos mucho tiempo, pero si el suficiente para percibir la tristeza que se olía en esa casa y para ver cuanto sufrimiento cargaban los ojos de esa señora, quien le tocaba a veces vender dulces en los buses para poder pagarle el estudio a su hija, mientras que su marido se recuperaba en la casa de una lesión en la pierna causada por el trabajo.

Yo la veía salir y entrar todos los días por esa puerta de madera y trozos de varilla, esa cajita de madera y barro a la cual ella llamaba hogar, donde solo podía salir por la mañana y entrar por la tarde, donde se escondían tantas mentiras y verdades, donde se tenían que esconder terribles mentiras. Un hogar que en sus sombras escondía llanto y dolor, dolor que nace cada vez que el sol la descubre por sorpresa.

Me la encontraba en la escuela todos los días, pero nunca era capaz de mirarla, sus ojos color miel me hacían cortar la respiración y mis manos temblaban, nunca fui capaz de colorear algo diferente que sus lindos ojos, los cuales el sol hacia ser el centro de atención de la clase.

Ella también era tímida, pero caminaba tan rápido que solo daba la oportunidad de sentir su olor por unos segundos mientras que su cuerpo se perdía entre los demás niños, cuando el sonido ensordecedor de la campana hacia palpitar más rápidos nuestros corazones y ella tenia que entrar otra vez por esa puerta de madera y varilla, esa cajita de madera y barro a la cual ella llamaba hogar.

En mis ratos libres pensaba cuan cerca estaba de ella y cuan lejos estaban nuestras miradas. Solo una cuadra y media nos separaba, solo una pequeña puerta de madera y varilla, esa cajita de madera y barro a la cual ella llamaba hogar.

Cuando mi madre me mandaba a comprar el pan para el desayuno, aprovechaba a pasar por el frente de su casa, para ver si un instante de felicidad me fuera otorgado, un instante que me regalaran sus lindos ojos, sus lindos sueños. Pero infeliz he sido por no poder ver sus ojos.

También miraba la ventana que dejaba ver la cortina curtida por el químico de la polución y del tiempo, haber si de pronto su sombra se asomaba por ahí, pero de nuevo, infeliz he sido por no poder lograrlo.

Una vez, de tantas que pase por su casa, logré ver que su cortina se movía y una sombra estaba detrás de ella, eran las 6:00 de la mañana y tenía que comprar el pan para el desayuno, ya se me hacia tarde para ir a la escuela. Me quedé perplejo del miedo, entonces me escondí detrás de un poste de la luz, esperando desesperadamente que al fin sus ojos me deleitaran. Pero he sido tan infeliz porque la dueña de la sombra que se podía ver por medio de la cortina curtida por el químico de la polución y del tiempo, era su madre.

Una mujer enemiga del color, su piel era tan pálida que se confundía con el cemento de la carretera, mi madre siempre me ha dicho que si uno no come, se pone pálido como el cemento de las avenidas. Su cara era arrugada y siempre mantenía de mal humor, según mi madre porque le tocó un esposo borracho y mujeriego, yo no sé qué es eso porque yo nunca tuve papá. Pienso que ese día, a las 6:00 de la mañana, estaba esperando a su marido, quizá borracho, ya que ella sacaba su cabeza por la ventana y miraba hacia todos los lados, como cuando yo espero en navidad a papa Noel, pero no lo puedo ver.

Un jueves inesperadamente, mis ojos me preguntaron por ella, porqué no se encontraba en ese puesto que tanto le gustaba hacerse, adelante para salir más rápido cuando sonara la última campana. Ese día se me hizo muy largo, ya que estaba acostumbrado a verla siempre en el salón, ella nunca faltaba a clases, y menos cuando tocaba clase de muñequitos en plastilina.

El camino a mi casa también se me hizo muy largo, pensando el motivo de su falta, por eso aproveche a pasar por el frente de su casa, haber si de pronto un instante de felicidad me fuera otorgado, un instante que me regalaran sus lindos ojos, sus lindos sueños. Pero infeliz he sido por no poder ver sus ojos. Volví a ver la misma casa desolada y fría de siempre, una casa con cortinas victimas del químico de la polución y el tiempo.

Un poco preocupado me sorprendió el día siguiente, cuando al volver a la escuela, ella de nuevo no se encontraba, ese mismo día salí corriendo a mi casa, después de que sonara la última campana, y le dije a mi mamá que Jazmín, la niña de la escuela, no estuvo en clase ayer y hoy tampoco, pero mi madre me dijo que de pronto estaba enferma y siguió cosiendo.

El sábado no pude hacer tareas porque se me olvido copiarlas del tablero, estaba pensando que enfermedad le podría haber dado a ella. Estaba ya cansado de pasar al frente de su casa y no ver nada, siempre las mismas cortinas curtidas por el químico de la polución y el tiempo, por eso le dije a mi mamá que me había parecido oír que la mamá de Jazmín la necesitaba para reparar un vestido, para que así fuera a la casa de ella y le preguntara por su hija. Toda la tarde estuve recordándole a mi mamá que fuera a la casa de la mamá de Jazmín, que creía que era urgente.

Cerca de las cuatro de la tarde mi mamá salió a la casa de la mamá de Jazmín y le recordé que le preguntara qué enfermedad le había dado a la hija de ella. El tiempo fue mi enemigo en ese instante, esperaba impaciente al lado de la puerta a que mi mamá llegara y me dijera qué le había pasado a Jazmín, media hora fue suficiente para que mis dedos se ampollaran de tanto arrastrar mi carro preferido contra el piso.

Al fin mi mamá llegó y me dijo que la mamá de Jazmín no necesitaba arreglar ningún vestido, cosa que yo ya sabía, pero también me dijo algo que nunca me esperaba escuchar, mi mamá me dijo que Jazmín no iba a volver a la escuela. El tiempo, mi mayor enemigo en ese instante, se junto con otro igualmente peligroso, el silencio. Un frió recorrió mi cuerpo, los bellos de mis brazos se erizaron, como cuando a veces apago el viejo televisor de la sala y acerco mi brazo, mientras que podía ver en los ojos de mi mamá una gran tristeza, la misma tristeza que recuerdo haber visto en los ojos de la mamá de Jazmín el día que fui a su casa. En realidad no entendía nada, mi mamá no me quiso decir nada.

Por la noche mi mamá me llamó y me dijo que durmiéramos juntos, que me tenía que decir algo. Entonces entré a la pieza de ella y me acosté a su lado, mientras ella me acariciaba la cabeza, me dijo que Jazmín no tenia ninguna enfermedad y que el papá de ella era un señor muy malo porque le pegaba, en ese momento a mí me dio mucha rabia, como cuando un amigo te pega en la escuela solo para molestarte. Entonces le dije a mi mamá que porqué no lo llevaban a la policía por portarse mal y ella me dijo que ya lo habían llevado a la policía y que lo iban a castigar por ser tan malo, en ese momento me tranquilice un poco. Después me dijo que había algo más grave aún y que por eso ella no podía ir a la escuela, me dijo con mucho miedo que si recordaba a la vecina del frente cuando tuvo un hijo, que le creció la barriga, entonces me dijo que a Jazmín también le iba a crecer la barriga. Mi mamá se colocó a llorar y entonces le pregunte que si Jazmín iba a tener un niño igual que el de la vecina, ella me dijo que sí. Mi mamá se acostó y me dijo que mañana hablábamos.

En mi escuela, una vez a una profesora le creció la barriga y ella nos dijo que cuando estuviéramos más grandes íbamos a poder tener hijos y crear una familia. Con un poco de duda, le pregunté a mi mamá el día siguiente, que si Jazmín iba a ser mamá, entonces dónde estaba el papá, mi madre no pudo contener más las lagrimas y me dijo que el papá era otro niño como yo, pero que éste no quiso responder por el hijo. Mi corazón se llenó de dudas y dolor, dolor que nace cada vez que la luz lo descubre por sorpresa. Nunca pensé que ella quisiera a un niño, ni mucho menos que quisiera tener un hijo, porque en la escuela ella siempre estaba sola, nunca pensé que sus lindos ojos tuvieran un admirador más fiel que yo.

Más dolor sentí cuando recordé que mi madre me había dicho que ese niño no iba a responder por el hijo de Jazmín, mi mamá desde pequeño me ha dicho que mi papá no quiso responder por mí y que por eso se fue y nos abandonó.

Ese mismo día por la noche, cuando estaba empacando la maleta para la escuela, mi mamá me dijo que mañana íbamos a ver a Jazmín en el hospital, a ver como le crecía la barriga, por lo cual no podía ir a la escuela, sentí una alegría inmensa cuando mi madre me dijo eso, ahora mis enemigos, el tiempo y el silencio, no podían ser más fuertes frente a la felicidad que sentía por poder verla otra vez. Pero también me dijo que después de ir al hospital, tenía que ir a un edificio muy grande, donde un señor me iba a hacer unas preguntas, no le puse mayor cuidado y le dije que sí.

El olor de la madrugada me recordaba el olor de armonía y asombro que transmitían sus ojos. Fue ese día cuando pude subir al hospital, frió y tan blanco que me provocaba dibujar sus ojos color miel en las paredes, como en una hoja de papel. Un señor con bata azul le dijo a mi mamá que solo la podíamos ver por medio de un vidrio, que ella estaba despierta pero que no quería ver a nadie, no sé porqué, aunque de pronto es por eso que en la escuela ella se hace tan sola. Nos podíamos quedar solo 15 minutos, suficientes para darme cuenta de la tristeza que se olía en ese cuarto, para ver cuanto sufrimiento cargaban los ojos de Jazmín, sus ojos no eran los mismos, se los robó el dolor.

… y ahora, señor fiscal, me encuentro frente a usted, tratándome de explicar todavía cómo en un instante se pueden borrar los sueños de un niño como yo, cómo en un instante los ojos de ella dejaron de darme alegría y ahora me dan tristeza, me dan ganas de llorar.

Pero mi madre siempre me ha enseñado que a los problemas hay que enfrentarlos y yo me quiero hacer cargo del hijo que va a tener Jazmín, yo le daré cariño como mi mamá me lo ha da a mí.

Última Hora: “El pasado sábado 16 de septiembre, en Cali, se puso a manos de la fiscalía el caso de Jazmín, una niña de 11 años quien está esperando un hijo producto de la violación de su padrastro. La aprobación de la ley de aborto en su caso abre la polémica frente a la posición de la Iglesia.”

 

* Mención de Honor Concurso Palabras Autónomas 2007 categoría cuento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *