El racismo, como muchos males sociales que son actuales, surgen de la falta de tolerancia y de la sutilmente atrevida ignorancia. Una historia que se sigue repitiendo, luego de 160 años de abolida la esclavitud, pero persiste como la esclavitud del siglo XXI.
Dicen que lo peor que les pudo pasar a los africanos en Colombia es que se hubiese abolido la esclavitud, sorprendentemente así es y no porque no merecieran la libertad en 1852 o tuvieran mejor vida estando esclavizados en una hacienda o una mina, sino porque se les reconoció la libertad pero no la ciudadanía, es decir, entraron en una nueva lógica de esclavitud legal.
Luego siguió una carrera por reivindicar sus derechos que cobraron muchas vidas, sin condiciones dignas, sin tierra, a las orillas de ríos o en las costas, siendo invasores de la misma tierra de la que una vez fueron esclavizados. Por eso la pregunta que nos debemos hacer como sociedad y los descendientes de los africanos en Colombia es ¿y luego de abolida la esclavitud qué pasó?, 160 años que no son muy claros, de una reconfiguración cultural y de territorios, conviviendo con una sociedad excluyente, unas leyes centralistas y reconstruyendo u olvidando sus costumbres africanas desde diferentes puntos del país.
En buen momento fue sancionada por la presidencia la ley antiracismo hace no más de dos meses, por supuesto, no sólo a favor de los afrocolombianos sino de cualquier etnia en un país que presume de ser pluriétnico y multicultural pero que socialmente se avergüenza de la diversidad de su gente, llegando hasta el punto de tener que defenderse jurídicamente sin ser suficiente la sanción social.
Campañas como CHAO RACISMO nos debe invitar no sólo a sancionar todo tipo de racismo en la era de los derechos humanos sino también a recordar nuestros ancestros, a sentirnos orgullosos de nuestras raíces cualquiera que sean, a valorar nuestras costumbres, muchas ya perdidas, y a reconstruir nuestra identidad individual y colectiva para así al fin crecer como país.